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La renovación curricular planteada por el
Ministerio de Educación Nacional (M.E.N.) en los ochentas –con la asesoría de
expertos en el lenguaje y en disciplinas afines-, orientó los estudios desde
una nueva óptica, privilegiando un enfoque de tipo semántico-comunicativo,
teniendo en cuenta la relación entre los individuos y el uso concreto que hacen
del lenguaje, con todas las implicaciones socio-culturales, ideológicas y
estéticas que este hecho supone. Para esta renovación se tuvo en cuenta una
serie de planteamientos nuevos que cuestionaban el enfoque meramente
lingüístico y que incorporaban elementos de tipo social a las reflexiones sobre
el lenguaje. Fue fundamental la noción de “Competencia comunicativa” planteada
por Dell Hymes (1972) en su artículo Acerca de la competencia comunicativa, en
el cual se refería al uso del lenguaje en actos de comunicación particulares,
concretos, y social e históricamente situados. Así, esta nueva noción introdujo
una visión y una preocupación pragmáticas en las que empezaron a tener
importancia aspectos socioculturales en los actos comunicativos, e implicaron
asumir el lenguaje en un sentido mucho más que lingüístico.
Por ende, la educación actualmente
necesita de una visión renovada para su planeación, que sea congruente con las
características de la sociedad, a partir de esto se ha visto que es
indispensable repensar los conceptos básicos de la educación, realizar una
planeación estratégica en las instituciones y explorar las competencias de acuerdo con las
exigencias del mundo para los estudiantes del siglo XXI.
Los avances de la educación, indican que
la obtención de las metas radica en los conocimientos de la disciplina, el
desarrollo de las habilidades, el crecimiento en hábitos mentales y de conducta
que se relacionen con los valores universales y de la misma disciplina, así
como en la construcción de competencias de desempeño. Es por ello que
la educación basada en competencias se refiere a
una experiencia eminentemente práctica, que necesariamente se enlaza a los
conocimientos para lograr un fin: el desempeño. En otras palabras, la teoría y
la experiencia práctica se vinculan utilizando la teoría para aplicar el
conocimiento a la construcción o desempeño de algo.
La educación, se nutre, bien o mal, de todos los discursos,
y el rumbo que tome no depende de uno u otro en particular, sino de la
competencia discursiva, analítica, argumentativa, etc., que desarrollemos los
diferentes actores involucrados en el sector educativo para proyectar nuestro
quehacer y nuestra palabra en función de una mejor calidad de vida.
En relación con lo anterior, es pertinente
señalar aquí cómo el concepto de competencia, visto a la luz de los contextos
educativos y socio-culturales concretos, abarca tanto el espacio escolar como
el no escolar. Esto quiere decir que, además de propiciar un diálogo
interdisciplinar en el ámbito educativo, el concepto de competencia está
evidenciando vasos comunicantes entre diversos sectores sociales como son el
educativo, el gubernamental, el empresarial, el administrativo, el académico,
el científico, el artístico, etc.